terça-feira, 25 de março de 2008

Rectificando ideas equivocadas

Rectificando ideas equivocadas
Por el Dr. H. Spencer Lewis, F.R.C.


Muchos de quienes han estudiado las cien­cias llamadas materiales y sienten un gran respeto por ellas, tal vez piensen algunas veces que la obra Rosacruz es, por naturale­za, antagónica hacia todas las ciencias y las artes materiales. Las conjeturas de estas personas son erróneas y ya hemos señalado en varías ocasiones que sus opiniones no tienen una base sólida.


Sólo por el hecho de que las enseñanzas Rosacruces empiezan donde la ciencia ter­mina, y prestan más consideración a ciertos principios que los científicos materialistas ignoran o que sólo tratan superficialmente, no hay razón para suponer que los Rosacru­ces hagan caso omiso de las ciencias mate­riales y menosprecien el trabajo experimen­tal en ese campo.

Por supuesto, es muy comprensible para nosotros que los científicos y los estudian­tes de ciencias que no están familiarizados con las enseñanzas Rosacruces, supongan que la organización es igual a muchos de los movi­mientos llamados ocultos que basan sus filosofías y doctrinas hechas por el hombre, en la premisa de que las ciencias materiales son erróneas y deben ser anuladas como algo preliminar para desarrollar una nueva filosofía o una nueva ciencia. En realidad, algunos de esos movimientos empiezan sus filosofías con la declaración de que no existe la materia, ni el cuerpo físico ni ninguna verdad.

Esos movimientos no llegan a alcanzar nunca un verdadero beneficio para el hombre, ni logran atraer y mantener la atención de los pensadores inteligentes. La Orden Rosacruz no está relacionada con ese tipo de movimientos, porque ella basa sus enseñanzas en todas las verdades reveladas y manifestadas, cubrien­do también los hechos de las ciencias materialistas y los de la ciencia espiritual.


Quizás se nos pueda disculpar por traer a colación el hecho de que muchos reconocidos científicos materialistas fueron Rosacruces. Lograron muchos de sus descubrimientos gracias a los estudios y experimentos Rosacruces. Podríamos decir sin temor a equivocarnos, que por lo menos el cincuenta por ciento de las importantes revelaciones y asombrosos descubrimientos relacionados con las ciencias mate­riales, fueron realizados por eminentes y dedicados científicos Rosacruces.


Sin embargo, es cierto que los Rosacruces han discrepado algunas veces con los científicos materia­listas en muchos puntos de vista. Esto no significa necesariamente que los Rosacruces propendan a rechazar los hechos establecidos por la ciencia, ni que nieguen los beneficios que se derivan de su completo conocimiento. Siempre ha existido (y probablemente siempre existirá) una rivalidad más o menos amistosa entre los científicos materialistas y los Rosacruces. Si acaso hay cierta severidad en esta actitud, con toda seguridad será por parte de los pocos científicos que están tan fanatizados en su comprensión del conocimiento universal, como lo están algunos estudiantes de las ciencias espirituales.


A través de nuestros contactos con científicos de todas partes del mundo, hemos descubierto que su actitud habitual es de tolerancia. Dicen que aunque el estudio del alma y del espíritu, de la mente y del Cósmico, y las influencias que estos ejercen sobre la materia y los seres vivientes cae fuera del campo de su investigación y estudio, admiten que el campo de este conocimiento y experiencia trascendental es muy importante, interesante, y digno de investigación y estudio.


Al respecto, resulta interesante advertir que mu­chos científicos muy conocidos, que durante el día tratan minuciosamente con las ciencias materiales, son estudiantes de esta organización que en sus horas de descanso se dedican fervientemente a nuestra obra. Esto incluye a personas que están a cargo de laboratorios químicos y físicos de organizaciones industriales, escuelas, universidades y laboratorios de investigación. Muchos de ellos son maestros en las ciencias materiales.


Es digno de anotar también que la crítica que se nos hace basada en la creencia de que somos antagónicos con la ciencia, nunca procede de los científicos que están relacionados en verdad con la investigación científica y quienes son también estu­diantes de nuestras técnicas.


Nuevos descubrimientos


En forma ocasional, un estudiante o un ex-estudiante de las ciencias materiales crítica algunas de nuestras conferencias en las cuales se presenta algún principio, ley o experimento, comentando que es contrario a lo que expone la ciencia material. Así mismo, tal vez llame la atención a algún punto que la ciencia ha rechazado por haber descubierto que es infundado o que ha sido aceptado recientemente por ésta. Con frecuencia se señala el hecho de que alguna ley o principio incluido en las enseñanzas Rosacruces desde hace varios siglos, recién es descubierto y aceptado por los científicos en general.


Debemos recordar que durante años (en realidad, durante varios siglos) los fanáticos intolerantes de la ciencia materialista, pocos en número pero formi­dables en discursos y publicidad, han inculcado en la mente del público la idea de que el hombre sólo puede encontrar las auténticas verdades en las ciencias materiales y en el laboratorio. Cuando alguien emprende el estudio de las ciencias espiri­tuales o metafísicas, ellos se esmeran en señalar a esa persona que está tratando con cosas especulativas, teóricas, con conjeturas y opiniones personales indignas de confianza.


Hasta hace pocos años, ese criticismo era dirigido por el público inculto, el escritor de revistas mal informado y por el prejuicioso comentarista de periódicos. Por ello, pensamos que nuestros estu­diantes, muchos de los cuales se contaban en el pasado entre aquellos a quienes se les habían incul­cado esas ideas, están bien calificados ahora para saber si en las enseñanzas Rosacruces existen conje­turas, y cuántas de sus doctrinas, principios y conceptos enseñados en ellas, la ciencia ha descu­bierto a la larga que son verdades. No pretendemos hablar con un espíritu jactancioso de los principios contenidos en nuestras enseñanzas, sino que más bien deseamos justificar su mérito, un mérito no aceptado todavía por la ciencia material.


Lo que los científicos materialistas rechazan es ahondar en la obra de la organización Rosacruz, estudiar, analizar y desarrollar las leyes de la Natu­raleza reveladas por ella. Si no existieran organi­zaciones que las investigaran y, por último, las rechazaran o establecieran, el mundo moderno con­taría con información mucho menos valiosa.

Tengo en mi escritorio un recorte del periódico New York Herald Tribune, en el cual se anuncia que en la ciudad de Nueva York se puso en venta un manuscrito escrito en clave por Roger Bacon, el antiguo monje y experimentador Rosacruz del Siglo XIII. Este manuscrito está valorado ahora en $ 100,000* dólares, y no siento reparo para decir que existen muy pocos manuscritos modernos es­critos por eminentes trabajadores en el campo científico materialista, que podrían producir esa suma de dinero.

Ese manuscrito de Roger Bacon revela veladamente en clave los descubrimientos que él y otros Rosacruces lograron al experimentar con las leyes natura­les y espirituales. La mayor parte de las cosas que descubrieron y esbozaron no sólo fueron rechazadas por las mentes de los científicos de esa época, sino que ni siquiera se admitió la posibilidad de que fueran ciertas. Aceptarlas hubiera significado tener que descartar muchos de los postulados que entonces eran presentados al público, lo cual hubiera condu­cido a una revolución en el conocimiento científico.


Por lo tanto, el sabio monje hizo exactamente lo que hiciera Leonardo de Vinci y muchos otros eminentes Rosacruces: preservó sus descubrimientos escribién­dolos en clave, para que en el futuro se descubrieran nuevamente y se usaran.


Antes de que el manuscrito de Roger Bacon fuera sacado del lugar donde se encontraba oculto y se tradujera en una lengua incomprensible, la ciencia fue descubriendo la mayoría de los conocimientos delineados en él y algunos de ellos han sido desarro­llados hasta ser de utilidad práctica. Hay cientos de casos registrados donde los Rosacruces y otros científicos han aprendido, a través de revelaciones místicas e investigación personal realizada de con­formidad con lineamientos únicos y eclécticos, hechos, leyes y principios de la Naturaleza que los científicos convirtieron en tabúes, rechazándolos y ridiculizándolos, y que más tarde adoptaran diciendo que se trataba de nuevos descubrimientos.

No hace mucho que los científicos rechazaron y ridiculizaron algunas de las leyes naturales de química y física contenidas en nuestras enseñanzas. En el curso de la existencia de nuestra AMORC actual, esas leyes fueron descartadas por algunos estudiantes científicos que antes habían sido nuestros miembros, diciendo que eran contrarias a lo que la ciencia conocía positivamente. Sin embargo, AMORC ha contemplado cómo la ciencia va cambiando gradualmente, aunque con cierta renuencia, sus propios postulados positivos y ha adoptado los principios contenidos en las enseñanzas Rosacruces. En algunos casos, los científicos han alegado que ellos acaban de descubrir esos principios en sus laboratorios y los han publicado como logros asombrosos de la ciencia moderna.


Los científicos materialistas han realizado descu­brimientos de valor ilimitado para la civilización y han revelado muchas cosas que los Rosacruces jamás soñaron. Un Rosacruz está siempre dispuesto a rendir tributo a su labor y a sus buenas intenciones. Su campo es amplio y productivo; sin embargo, hay todavía una área muy beneficiosa para el hombre, la cual está muy fuera del dominio de las ciencias materialistas. Es en esa área (que, desde el punto de vista metafisico o espiritual es más importante) en la que los Rosacruces laboramos y encontramos nuestra felicidad.

En algunas ocasiones nuestras labores nos acercan y hasta nos permiten cruzar el límite intangible e invisible que separa nuestro campo del de la ciencia.


Entonces no vacilamos en ingresar, junto con el científico, en aquel campo, en usar sus métodos, concordar con él en sus procesos y rendir homenaje a los poderes que sustentan a las manifestaciones propias de su actividad. Además, sabemos que los principios físicos están tan relacionados con los principios metafisicos que, sin el conocimiento de ambos, ningún conocimiento podría conservarse y ninguna comprensión del universo podría ser perfecta.


El máximo resultado de todo conocimiento, de toda investigación y de toda labor que se realice en beneficio del hombre en cualquier campo, es para el beneficio del género humano y para la gloria de Dios.



*Este artículo fue escrito en 1930.




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K.R.C.

sexta-feira, 7 de março de 2008

HUMILDADE

Imagem: Flemalle - Madona da Humildade

Por: Josef Pieper


A Humildade [1] Josef Pieper Um dos bens em que o homem, segundo a natureza, procura a plena realização da sua existência, é a excellentia, a superioridade, a primazia, o fazer-se valer [2] . A virtude da temperança, da disciplina e da medida, enquanto vincula esse impulso natural à ordenação da razão, chama-se humildade. A humildade consiste em avaliar-se da maneira que corresponde à realidade [3] .


Com isso está quase tudo dito.Partindo dessa definição, dificilmente se compreende como é que o conceito de humildade pôde transformar-se num objecto de luta. Se prescindíssemos das potências demoníacas, dirigidas contra o bem, e especialmente contra este aspecto da fisionomia cristã do homem, só seria possível essa transformação se o conceito de humildade se tivesse extinguido na própria consciência cristã.


Em todo o tratado de São Tomás sobre a humildade e o orgulho, não se encontra uma só frase que possa dar azo a sugerir que uma atitude de constante autodiminuição, de inferiorização do próprio ser ou das próprias possibilidades, tenha, em princípio, alguma coisa a ver com a humildade ou com qualquer outra virtude cristã.MagnanimidadeNada há que indique um caminho mais claro para a verdadeira compreensão da humildade que este princípio: a humildade e a magnanimidade (magnanimitas) não são antitéticas, não se excluem uma à outra [4] , mas são pelo contrário afins e complementares, contrapondo-se ambas ao mesmo tempo ao orgulho e à pusilanimidade [5] .


E na verdade, que significa magnanimidade? Magnanimidade é o vôo, a tendência do espírito para os grandes feitos [6] . É magnânimo quem exige grandes coisas do seu coração e se torna digno delas. O magnânimo é em certo sentido "difícil de contentar"; não estabelece contacto com tudo o que lhe surge no caminho, mas apenas com o que é grande [7] . Mais que tudo, a magnanimidade deseja as grandes honras; "o magnânimo lança-se para as acções que são dignas da maior honra" [8] . Na Summa Theologica lê-se: "É reprovável desprezar as honras, de modo a descurar aquilo que as merece" [9] .


Por outro lado, o magnânimo não se sente atingido pela desonra; ele despreza-a como não sendo digna da sua atenção [10] . O magnânimo olha com desprezo para tudo o que é mesquinho. Nunca actuará de modo reprovável, só para evitar o desagrado de alguns [11] . As palavras do Salmo XIV: "Aos seus olhos, o perverso nada vale" [12] , segundo São Tomás referem-se ao magnânimo "desprezo pelos homens" do justo. Sinceridade destemida é a marca da magnanimidade: nada há que mais odeie do que ocultar, por medo, a verdade [13] . O magnânimo evita peremptòriamente as palavras aduladoras e as dissimulações, pois ambas são fruto de um coração mesquinho [14] .


O magnânimo não se queixa, porque o seu coração não se deixa vencer por qualquer mal externo [15] . O magnânimo traz consigo a indestrutível firmeza da sua esperança, uma confiança desmedida, quase temerária [16] , e no seu coração sem medo reina uma paz imperecedoira [17] . O magnânimo não cede ao aperto das preocupações, nem aos homens, nem aos acontecimentos: só perante Deus se inclina [18] .


É com pasmo que reconhecemos que esta imagem da magnanimidade se encontra passo a passo desenhada na Summa Theologica de São Tomás de Aquino. Tornava-se necessário recordar isto. Porque no tratado sobre a humildade diz-se diversas vezes: a humildade não contradiz a magnanimidade. Agora poder-se-á medir o que esta frase, expressa como aviso e prevenção contra fáceis erros, quer na verdade dizer. Nada mais do que isto: que uma "humildade" demasiado mesquinha e débil para saber suportar a tensão interior da sua convivência com a magnanimidade, não pode ser humildade autêntica.SoberbaA mentalidade ordinária das pessoas inclina-se a descobrir no magnânimo um soberbo, e, portanto, do mesmo modo, a enganar-se acerca da verdadeira essência da humildade. "É um soberbo", proclama-se depressa e facilmente. Mas muito poucas vezes essa locução coincide, na realidade, com a verdadeira soberba (superbia).


Antes de mais nada, a soberba não é um modo de comportamento ordinário nas relações entre as pessoas. A soberba refere-se às relações do homem com Deus: é a negação, contrária à realidade, da relação de dependência da criatura para com o Criador: é um desconhecimento da criaturalidade do homem, da sua condição de criatura. Em todos os pecados há este duplo aspecto: a aversio, aversão a Deus, e a conversio, a conversão, o apegamento aos bens efêmeros. O elemento formal determinante é o primeiro: a aversão a Deus. E esse, em nenhum outro pecado é tão explícito e formal como na soberba. "Todos os outros pecados fogem de Deus, e só a soberba se opõe a Deus" [19] .


É só dos soberbos que a Sagrada Escritura diz que Deus lhes resiste (Tiago 4, 6).Humildade como comportamento socialA humildade também não é, em primeiro lugar, uma atitude externa nas relações da convivência humana. A humildade é, sobretudo, uma atitude do homem perante a Deus. Aquilo que a soberba nega e destrói, a humildade reafirma e consolida: a condição de criatura do homem. Esta condição constitui a essência mais profunda do homem. Portanto, a humildade, como "sujeição do homem a Deus" [20] , é a adesão, o sim de assentimento a esta condição originária e essencial.Em segundo lugar, a humildade não consiste num comportamento exterior, mas numa atitude interior, nascida da decisão da vontade [21] .


Consiste naquela atitude que, fixa em Deus e consciente da sua condição de criatura, reconhece a realidade graças à vontade divina. É principalmente a simples aceitação disto: que o homem e a humanidade não são Deus, nem "como Deus". E é aqui que aflora a ligação escondida que une a humildade, virtude cristã, com o Dom - talvez também cristão - do humor [22] . Será possível evitar dizer agora - em terceiro lugar -, por fim e francamente, que a humildade, para além de tudo quanto já se disse, também é uma atitude do homem para com o homem, e principalmente atitude de humilhação voluntária e recíproca?


Vejamos. São Tomás de Aquino levantou a questão da atitude de humildade dos homens para com os homens, e respondeu da seguinte maneira: "Observa-se nos homens uma dupla realidade: aquilo que é de Deus, e aquilo que é do homem... A humildade, no entanto, no sentido mais próprio, é a reverência do homem submetido a Deus. É por isso que o homem, olhando para aquilo que lhe é próprio, tem que submeter-se ao seu próximo, olhando para aquilo que esse tem de Deus em si. Mas a humildade não exige que alguém submeta aquilo que nele há de Deus, àquilo que parece haver de Deus no próximo... Do mesmo modo, a humildade não exige que alguém submeta aquilo que tem em si de próprio, ao que nos outros é próprio dos homens" [23] .


No âmbito vasto, de muitos degraus, embora bastante bem delimitado, desta resposta, há espaço tanto para o "desprezo pelo homem" do magnânimo, como também para a humilhação voluntária de São Francisco de Assis, que largou o hábito para se apresentar ao povo com um baraço em volta do pescoço [24] . Aqui também se demonstra que a ética cristã não dá grande valor a medidas e regras estreitas e carriladas.


Esta opinião, mais, esta opinião negativa, é expressa por Santo Agostinho sobre outra questão também ligada com a presente, na seguinte frase: "Quando alguém diz que não se deve receber diariamente a Comunhão e outrem diz o contrário, então cada um faça aquilo que julgar mais conforme à sua fé e devoção. Também não se contradisseram Zaqueu e o centurião, ainda que um tenha recebido o Senhor com alegria (Lucas 19, 6), e o outro tenha dito: 'Não sou digno de que entreis na minha casa' (Lucas 7, 6). Ambos honraram o Salvador, cada qual a seu modo" [25] .
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