quinta-feira, 27 de setembro de 2007

LA SALUD EN ARMONÍA CON EL CÓSMICO


La salud en armonía con el Cósmico
Por el Dr. H. Spencer Lewis, F.R.C.


La música produce armonía en todas las partes del cuerpo.
Los antiguos sabían mucho acerca de los efectos de la música en el organismo humano. Hace varios siglos se creía que los antiguos pensaban que el efecto de la música era mental, o por decirlo así, emocional; pero muchos descubri­mientos científicos recientes han reve­lado que los antiguos comprendían verdaderamente los efectos psíquicos o espirituales de la música, lo mismo que los emocionales, y esta es la causa de que la música se hubiera empleado en los rituales religiosos y espirituales de casi todos los cultos de la antigüedad.

El análisis de los efectos psicológicos de la música condujo al estudio de los efectos fisiológicos, y aquí se encontró todo un mundo nuevo de posibilidades. Quedó claramente comprobado a satisfacción de todos los investigadores, que los místicos de an­taño emplearon el sonido, especialmente en su relación con el ritmo, para influir no solamente en las emociones hu­manas, sino también en la salud de los humanos y en la armonía general del cuerpo.

Quizás es conveniente que digamos aquí, de paso, que la música tal como la entendemos hoy, es una combinación de sonido y ritmo, o mejor dicho, sonido regulado por el ritmo. Por sonido entendemos los diversos sonidos que el oído humano puede escuchar o interpre­tar normalmente. Hay muchos sonidos en el Universo que el oído humano no puede oír, y muchos que el oído corriente no escucha, pero que si los puede percibir el oído desarrollado.

Los sonid­os pueden ser producidos por la natu­raleza o por el hombre, accidental o deliberadamente. Cada sonido tiene un lugar definido en el teclado de los sonidos, y podemos decir teóricamente que el teclado de todos los sonidos del Uni­verso sería semejante al teclado de un piano que comprendiera centenares de octavas. Muchas de estas octa­vas producirían soni­dos que el oído no escucharía, porque su entonación sería de­masiado alta o dema­siado baja.

Si toma­mos los sonidos que pueden escucharse nor­malmente, veremos que cabrían en un teclado que no es mucho más grande que el teclado co­rriente de un piano. El chirrido de la rueda de una máquina, el soplo del viento, el silbido de las corrientes de aire en una casa o a través de un árbol, el redoble de la lluvia sobre un techo, el rodar de una carga de carbón sobre una canal metá­lica, el repicar de los cascos de los caballos sobre la tierra, el gor­jeo de los pájaros, la caída de las aguas desde las rocas hasta un pozo, las palabras de la voz humana, el golpe de tambor de una ceremonia primitiva, y todo otro sonido que el humano oído puede perci­bir, están relacionados con alguna de las notas del teclado universal.

Los músi­cos aprendieron esto hace muchísimos años y en todas las obras maestras de la música tenemos una iniciación verda­dera al mundo de los sonidos de la naturaleza, o una semejanza simbólica de ellos, de modo que la representación de su idea surge en nuestra conciencia, aún cuando no se haya intentado una imitación exacta del sonido.

No necesi­tamos entrar a discutir el tema de la relación muy definida que existe entre las emociones humanas y la salud del cuerpo humano. La verdad es que el lado psíquico o psicológico del hombre está tan íntimamente relacionado con el funcionamiento normal de todos los órganos del cuerpo y con la actividad normal del sistema nervioso espinal y del sistema nervioso sim­pático, que todo lo que perturbe la armonía o el equilibrio de la energía nerviosa y de las actividades emo­cionales del cuerpo, perturbará también, con toda seguridad, la armonía de la salud y producirá una en­fermedad o un males­tar.

El sistema ner­vioso central y el sis­tema nervioso simpá­tico son los dos ca­nales separados de expresión de la energía vital del cuerpo hu­mano, y sirven para la distribución de esa energía en todas las partes del cuerpo. Todo lo que perturbe el flujo y la actividad normales de la ener­gía nerviosa produ­cirá también no sola­mente un efecto ner­vioso sino un efecto físico y químico en el cuerpo humano.

Tenemos en varias partes de nuestro cuerpo, no solamente los muchos centros nerviosos conocidos con el nombre de ganglios, sino también varios centros mayores llamados a veces centros psíquicos del cuerpo humano, o sea subcentros emocionales. El plexo solar no es más que uno de esos doce centros que controlan las reacciones emocionales que a su vez producen ciertos efectos definidos en los nervios y en el funcionamiento físico del cuerpo humano, para bien o para mal.

La música y los centros psíquicos

Los doce grandes centros psíquicos tienen especial afinidad con los doce sonidos de la escala musical. En cada ser humano estas notas musicales son diferentes. Dicho de otra manera, el plexo solar pudiera estar en afinidad con la nota do en una persona, y con la nota mi en otra persona. Otro de los centros psíquicos situado en el lado izquierdo de la cabeza, puede estar afi­nado con la nota musical fa en una persona y con el fa sostenido en otra.

A medida que las personas avanzan en años, o tienen mejor salud, o se van desarrollando en un sentido intelectual o psíquico, la entonación de aquellas notas a las cuales responden los cen­tros psíquicos, puede elevarse, y en las personas cuya fortaleza física va deca­yendo, debido a la enfermedad o a la violación de las leyes naturales, aquella entonación puede descender mucho.

La simpatía, afinidad, o afinación existente entre estos centros psíquicos y las notas musicales es tal, que cuando la nota apropiada se ejecuta en un piano, violín, o cualquier otro instrumento, o la canta una voz humana, el centro psíquico responde a esa nota, vibrando en armonía con ella o en di­sonancia con ella.

Por ejemplo, si el plexo solar de una persona está afinado con la nota musical mi natural, de la primera octava por encima del do cen­tral, entonces cada vez que esa nota se toca o se canta en presencia de aquella persona, habrá un suave estímulo de las vibraciones de la energía nerviosa que actúa en ese plexo solar, y este estímulo hará que el centro y sus nervios respectivos funcionen más libremente, más perfectamente, y con un efecto tonifi­cante sobre todas aquellas partes del cuerpo que están relacionadas con dicho centro.

Por otra parte, toda nota que sea disonante con la nota mi o que no esté en armonía con ella, especialmente la nota que diste una quinta musi­cal de ella, hará que el plexo solar se perturbe debido a esas vibraciones del sonido, y esto producirá que la energía nerviosa relacionada con ese centro, se perturbe en su funcionamiento armonioso o rítmico, y entonces se sentirá una impresión de enfermedad, de de­presión, de ligero dolor o de tensión nerviosa, y este estado puede dejar una impresión en ciertas partes del cuerpo que dure varias horas o varios días.


Como antes se dijo, toda la música consiste de sonidos regulados por las leyes del ritmo. Si golpeamos con el dedo un tambor, en golpe regular, como el tic tac de un reloj, no produciremos una forma de música a no ser que lo tomemos en un sentido muy funda­mental, pero desde el momento en que interrumpimos el golpe, produciendo una pausa, y luego damos dos y luego uno y luego dos, ya tendremos en­tonces unos elementos rítmicos, y el ruido del tambor comenzará a imitar el empleo primitivo del tambor en la mú­sica oriental; si agregamos otras varie­dades del ritmo, produciremos otros efectos que son esenciales en toda clase de música.

Desde que comenzamos a variar la entonación del sonido y a pasar de una nota a otra, ya nos vemos frente a frente con la segunda ley de la música, que trata de la melodía. Así, variando la entonación del sonido, o su duración, tenemos sonido, más melodía, más rit­mo, y toda música está compuesta por estos tres elementos.

Al variar la entonación de los sonidos, hacemos que los sonidos afecten diferentes centros nerviosos. Si sólo emitimos continuamente un mismo so­nido, sólo afectaremos uno de los centros nerviosos. Cambiando la entona­ción de un sonido a otro, incluiremos muchos o todos los centros nerviosos. Al cambiar el ritmo, también produci­mos una variación en los efectos, porque produciremos o bien un efecto armonioso sobre el ritmo natural de la energía nerviosa, o un ritmo perturbador.

La energía nerviosa

Debe recordarse que la energía nerviosa del cuerpo humano no es una corriente continua, sino una corriente intermitente con pulsaciones. La energía eléctrica de los cables que están en nuestra casa, la cual nos suministra la corriente alterna, fluye con un ritmo de sesenta pulsaciones por minuto, ordinariamente, produciendo lo que técnicamente se llama una corriente de sesenta ciclos. debido a esto, los relojes eléctricos de hoy miden el tiempo muy bien, porque las sesenta pulsaciones por minuto, mueven las manecillas a razón de sesenta segundos por minuto.

Si en nuestros cables eléctricos fluyera otra energía, en la proporción de setenta y dos pulsaciones por segundo, se alteraría el ritmo de las pulsaciones anteriores, y esto haría que los relojes eléctricos no funcionaran bien, y perturbaría el efecto de la luz y de cualquiera otra instalación eléctrica relacionada con esos cables. En el cuerpo humano, la energía nerviosa tiene diferente número de pulsaciones, para poder actuar en diferentes partes del cuerpo y lograr que los diferentes órganos funcionen, respondan y lleven a cabo su labor.

Cualquier perturbación en el funcionamiento físico de alguna parte del cuerpo, lo que dará por resultado una enfermedad pasajera o el comienzo de una enfermedad. Todo lo que estimule la energía nerviosa en sus pulsaciones producirá mayor caudal de vitalidad y energía en alguna parte del cuerpo, para bien de la salud o para daño de ella, según el sitio y la manera como se produzca ese efecto.

Una nota que esté en armonía con el centro nervioso, fortalece la energía nerviosa, la estimula, la aumenta y logra que el centro nervioso funcione de manera más completa y beneficiosa.

Todo lo que produzca en el centro nervioso la sensación de un choque disonante o un impulso de vibraciones disonantes, producirá dolores o malestares y ocasionará la ruptura de células sanguíneas o de células de los tejidos o de otra clase, y cuando esas células se
debiliten y destruyan, se habrá estable­cido el principio de alguna enfermedad.

Así, se comprenderá que la música puede tener un efecto muy serio o muy beneficioso en nuestro sistema nervioso, y por lo tanto, en nuestra salud.

Se sabe bien que el célebre Caruso tenía la habilidad de entonar ciertas notas musicales que podían producir la rup­tura de algún objeto de cristal que estuviera en el cuarto. Esto se debe a que toda cosa que existe tiene una re­lación armoniosa con alguna nota mu­sical, y si se produce una nota dis­cordante, las vibraciones perturbadoras del ritmo o la pulsación disonante trastornarán todas las vibraciones del objeto y lo harán temblar o lo rom­perán.

Muchos músicos han producido en el violín, o en el violoncello, o en la flauta, o en el clarinete, notas musicales que han hecho que objetos que estén en el cuarto produzcan su propia nota, por simpatía, o que emitan otra nota di­ferente, como una especie de protesta contra las vibraciones disonantes. El órgano de tubos, especialmente, produce algunas notas muy profundas que pue­den perturbar muchísimo las cosas ma­teriales y la salud del cuerpo, y pueden también producir otras notas que son sumamente armoniosas.

Melodías beneficiosas

Los grandes compositores del pasado, los grandes maestros de la música. com­pusieron muchas piezas con el objeto de reunir tantas notas musicales como fuera posible, que afectaran ciertos cen­tros del cuerpo y produjeran efectos suavizantes o estimulantes.

Souza, el conocido autor de marchas, tenía el secreto de escribir música militar de manera que el ritmo usual de la mú­sica de marchas quedara aumentado en sus efectos por el empleo de ciertas notas en ciertos pasajes, que desper­tarían la energía nerviosa y produci­rían un efecto tónico, logrando que el auditorio se sintiera fortalecido y estimulado, y hasta fortalecido en exceso, lo que impelía a marchar y a proseguir en la tarea fatigosa de avanzar.

Otras composiciones avivan los centros relacionados con las emociones y producen efectos emocionales alegres o tristes, que nos llevan a la introspección, la visuali­zación, y otros estados mentales.

Ya he dicho que ciertas notas musi­cales nos afectan de manera beneficiosa. Es difícil saber cuales sean esas notas, a no ser que observemos que ciertas obras musicales, ejecutadas en cierto momento, nos hacen sentir más fuertes, más felices, más armoniosos y vitalizados, en tanto que otras producen efectos depresivos.

También se ha ob­servado que si una persona canta notas que son beneficiosas, el efecto es mayor aún que si las ejecuta o las canta otra persona. De manera inconsciente, muchas personas se sienten atraídas hacia ciertas canciones, y las cantan o mur­muran muchas veces al día; ordinariamente se cree que esto se debe a que dichas personas gustan de esa melodía. o tal vez gustan de las palabras.

La ver­dad es que, inconscientemente, se han dado cuenta de que la música es bene­ficiosa o tranquilizadora para su sistema nervioso, quizás para todo el organismo, y por esto es que las cantan continuamente. Hay canciones que casi se con­vierten en el tema principal de la vida de alguien. De vez en cuando, alguna canción nueva suplantará a las anteriores, pero un análisis cuidadoso mostrará que la nueva tiene giros o grupos de notas semejantes a los de la anterior.

No existe duda alguna acerca de los efectos beneficiosos de escuchar buena música en la casa. Naturalmente, las composiciones que han sido cuidadosa­mente escritas, inspiradas en la mente de los grandes maestros, y debidamente desarrolladas luego, son las más benefi­ciosas. en tanto que mucha de la mú­sica popular, especialmente de aquella llamada jazz. tiene poco o ningún efecto en nosotros, excepto en sentido perjudicial. Si uno mismo no puede ejecutar debidamente y expresar la música apropiada para los estados internos de uno, lo mejor es adquirir discos que contengan esa buena música, para que nos estimule y ayude, y escu­charla también por el radio, cuando la hubiere, eliminando toda música indeseable.

Una persona que tenga una colección de ocho o diez discos bene­ficiosos en su casa, y que los escuche una o dos veces por semana, o que oiga piezas semejantes en el radio, es seguro que tendrá una salud mejor que la per­sona que nunca permite que el efecto de la música produzca la armonía de su ser. Todo el Cósmico funciona en armonía y con vibraciones que armonizan con todos los departamentos de la vida, y si hallamos el tema o la can­ción que contenga el debido grupo de notas que cuadra a nuestra individuali­dad. y sí las ejecutamos de vez en cuando, nos pondremos en armonía con las armonías del Cósmico y conservare­mos nuestro bienestar físico equilibrado y entonado con las fuerzas curativas y creadoras de la naturaleza.

Nadie podrá decir a ustedes cua1es piezas musicales son las que les cua­dran mejor, excepto después de semanas y meses de estudio, pero usted mismo puede descubrirlas tocando aquellas piezas que siempre le han atraído más, y analizando los efectos que verdaderamente producen, porque muchas veces durante estos análisis y meditaciones, observamos que alguna pieza musical debidamente elegida estimulara y avivará los nervios, y todo el cuerpo se sentirá tranquilizado y for­talecido, al mismo tiempo que se expe­rimentará una sensación de elevación emocional o espiritual y de contento por la vida.

Cuando se encuentren semejantes piezas, deben apreciarse en alto grado, pues contienen las nota fundamentales de nuestra propia vida, mientras que aquellas piezas que pare­cen producir un efecto opuesto deben ser cuidadosamente descartadas y elimi­nadas.

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